Por Jorge Manriquez Centeno
El encuentro
En una porciĆ³n de la noche, con la calma del mar acercĆ”ndolos, tres amigos estĆ”n platicando de mĆŗsica, literatura y de muchas cosas mĆ”s. EstĆ”n en el boulevard de Chetumal, rodeados de una inmensa luna llena. A su lado, estĆ” una āneveraā repleta de cervezas.
Van comentando algunas obras, y ahora charlan enfebrecidamente sobre la novela El extranjero, de Albert Camus, a la cual consideran una āobra espejoā, aquella en la que nos podemos mirar āempaƱada o transparentementeā y, de inmediato, nos identificamos con su trama y alguno de sus protagonistas.
Debe decirse que acudieron a esa reuniĆ³n por un llamado (nadie supo de quiĆ©n), que los sacĆ³, intempestivamente, de ese limbo de no hacer nada y de estar a la espera de cualquier lector, muchos de ellos aborrecibles por su natural instinto de sĆ³lo leer la solapa del libro.
Son el Tote,quien es el personaje de unos relatos[i] y es oriundo del Distrito Federal; HĆ©ctor Montiel, personaje de la obra Botas rusas[ii], nativo deCuba, y Bruno MarĆn, quien hace lo propio, pero en un texto literario denominado Magnificens CancĆŗn[iii], y es originario de Argentina. Los tres van recordando sus andanzas por la vida[iv].
En el transcurso de la plĆ”tica, surgen algunos cuestionamientos, como los siguientes: En algĆŗn momento o en diversas etapas de la vida, Āæa quiĆ©n no le ha parecido que el mundo y los acontecimientos que lo forman son un absurdo, una mierda? ĀæQuiĆ©n no aborrece esa maraƱa de convencionalismos e incoherencias que nos rodean y nos tienen entrampados en su telaraƱa? ĀæPor quĆ© estamos inmersos en los vaivenes de las circunstancias que nos atenazan?
Sin responder a esas preguntas, que conducen a todo y nada, empezaron a hablar de la irracionalidad de la vida, de todas esas cosas que los han ido enrolando en situaciones complejas, conexas e inconexas, que hasta los han alejado de sĆ mismos, tal y como se describe en las obras que les dan cuerpo y alma.
A la distancia, las olas van arrastrando esa enorme luna llena, mƔs que estƔn rememorando esa indiferencia ancestral de Meursault, protagonista principal de El extranjero, que, para los tres, tiene un significado especial, dado que representa a un hombre absorbido por la sociedad que va conduciendo su destino hasta su absurda muerte.
Las pausas de la plƔtica se van abriendo y cerrando con los sorbos a sus respectivas cervezas, en una noche que pareciera que todo lo puede concentrar al mƔximo en el color cobrizo de esa luna llena que va iluminando la charla.
Como enfrente estĆ” un āOxxoā, van a tirar las latas vacĆas de cervezas en el depĆ³sito de basura y a comprar otros six de chelas con los cuales rellenan su āneveraā. Tras esa pausa āque se abre y cierra como el acordeĆ³n de Celso PiƱa en la rola āCumbia sobre el rĆoāāregresan al malecĆ³n del ābuleā y continĆŗan platicando sobre El extranjero.
Los tres estƔn mirando hacia la luna.
La brisa del mar la columpia.
De repente, HĆ©ctor Montiel, dice: āAhora, digamos sĆ³lo con unas cuantas palabras lo que pensemos al oĆr el nombre de Meursault o de la novela.ā
āMeursault es un extraƱo alejado de todos y de sĆ mismo āBruno MarĆn suelta la frase sin pensarlo.
āEl extranjero refleja la soledad de la posguerra, el holocausto que nos dejĆ³ sin aliento ādice HĆ©ctor Montiel.
āLa vida suele ser cruel y vengativa, como la historia del viejo Salamano, quien maltrataba a su perro enfermo y viejo para calmar sus fracasos, pero al perdĆ©rsele, tardĆamente se da cuenta de que ese perro era, en realidad, su Ćŗnica compaƱĆa. De ahĆ piensa que ahora, sin su viejo amigo, ĀæquĆ© va a ser de Ć©l? Esta en una soledad inconmensurable āafirma el Tote.
Bruno y HĆ©ctor se quedan mirando al Tote y al unĆsono dicen: āQuedamos que en pocas palabras y no en ese largo choro.ā
Haciendo caso omiso al comentario, el Tote, agrega: āMe faltĆ³ decir que, muchas veces, la vida se vuelca sobre nosotros mismos, en situaciones que vamos armando, sin que nos demos cuenta.ā
āYā¦ la verdad, asĆ es che, la vida a veces parece una inmensa y flĆ”cida boludezādice un sonriente Bruno MarĆn, sin soltar ese dejo argentino que es su marca de nacimiento.
La risa de Bruno y HĆ©ctor no se hacen esperar. Es un destello de amistad al que se unen las carcajadas del Tote.
La vida es un absurdo
āLa vida tiene retorcidas puntas que llamamos absurdo. Pienso que ahĆ hay algo, algo residual que comienza a masticar la realidadā, dice Bruno MarĆn.
āSĆ, caray. Hay cosas que se las lleva la chingada, que, muchas veces, pasa como un huracĆ”n categorĆa 5ā, secunda el Tote, mientras HĆ©ctor Montiel se queda pensativo para despuĆ©s reiterar: āLa vida tiene un mierderĆo cabrĆ³n, como una mortal resaca.ā
En un punto de la noche, por cierto, muy negro, porque estƔn hablando de sus amores perdidos, reiteran que la vida es un absurdo.
āĀ”QuĆ© resingue su madre esta vida de mierda!ā, dice HĆ©ctor Montiel.
āĀ”Que se vaya a la mierda!ā, grita Bruno MarĆn y, alzando su cerveza, agrega: āĀ”Salud!ā
HĆ©ctor y el Tote acompasan ese grito: āĀ”Salud!ā
āĀ”La vida es una chingadera!ā, grita el Tote y recuerda una parte de su vida en la que, aunque acababa de salir de la Facultad de Ciencias PolĆticas de la UNAM, no podĆa conseguir un bendito trabajo.
Al momento, les dice a sus compinches: āPinche boludo, deja de pensar en Esther, ya muriĆ³, Cristina estĆ” loca y llevas las de perder; y tĆŗ, HĆ©ctor, deja en la Yuma, como le dices al gabacho, a esa cabrona de Gabriela: desde que se fue, me imagino que ni una llamada se ha dignado en realizar, mucho menos una carta.ā
HĆ©ctor, le contesta: āĀ”CoƱo!, por ese entonces no habĆa telĆ©fono en mi casa, menos celular. No tenĆa ni para comer bien. No sĆ© sĆ a mi casa de HolguĆn haya llegado alguna misiva, nada me ha comentado la familia. De haberlo hecho, me lo hubieran mencionado cuando hablo con ellos por telĆ©fono, pero ya no tiene importancia. El tiempo desdibujĆ³ todo.ā
Bruno MarĆn se queda callado. Estela es un recuerdo lejano.
La noche sigue su curso y nuestros personajes estĆ”n en una esquina de la memoria, ahĆ donde se arman o desarman anĆ©cdotas con las que van recordando otros aspectos de sus vidas, y hablan como dictan las reglas de la hermandad: se quitan la palabra, dicen ācoƱosā, āhijueputaā, āno me chinguesā, āĀ”la concha de su madre!ā y, vistos de cerca o de lejos, se la estĆ”n pasando chĆ©vere, como dice uno de los tres cuya voz no alcanzo a oĆr.
En una de esas, Bruno MarĆn dice: āA ver, boludos, les propongo que cada quien diga el significado personal de El extranjero, asĆ como lo que mĆ”s le ha pesado en la vida, lo que mĆ”s le jode, y que, por lo mismo, crea y recrea la indiferencia de Meursault. EmpezĆ” vos, Tote, despuĆ©s HĆ©ctor y yo al final, para que tenga la ventaja como inventor del juego.ā
Bruno rĆe. Da un largo sorbo a su cerveza. Voltea a ver al Tote, quien tiene la mirada puesta en la luna, es absorbente porque estĆ” colmando su imaginaciĆ³n.
La mirada del Tote
El Tote, de tres largos sorbos consume el contenido de su lata de cerveza, y, con esa energĆa, saca de su bolsillo trasero de su pantalĆ³n un ejemplar de El extranjero. Es un pequeƱo libro editado por Alianza Editorial.
De inmediato, lee la entrada de la novela: āHoy ha muerto mamĆ” o quizĆ” ayer. No lo sĆ©. RecibĆ un telegrama del asilo: āFalleciĆ³ su madre. Entierro maƱana. Sentidas condolencias.ā Pero no quiere decir nada. QuizĆ” haya sido ayer.ā
Acto seguido, dice: āLa entrada de un libro es la que te jala como un imĆ”n, para dejarte ahĆ, colgado y a sus expensas.ā
Menciona que todos somos sometidos por la fuerza de las circunstancias, nos rebelamos, gritamos y pataleamos, pero suele suceder que somos conducidos entre sus diques. Comenta que la novela tiene un significado especial para Ć©l, ya que desde que la leyĆ³, allĆ” por los ochenta, siempre ha estado presente en su vida. Dice: āPor ahĆ escribĆ algo al respecto, que se los compartirĆ© en cuanto se publiquen mis relatos.ā
El Tote toma otra lata de cerveza, la abre, da un buen sorbo y habla: āEse no sentir nada es como vivir con un permanente insomnio. Esa indolencia que va rodeando a Meursault, incluso la muerte de su madre es algo sorprendente. En su lĆ³gica, ella vivĆa mejor en un asilo donde era bien atendida y tenĆa amigos. Su muerte es algo connatural al ser humano. Pero en los ojos de la sociedad Ć©l es un desalmado, ya que es incomprensible que no haya querido ver el cuerpo de su madre fallecida. En la novela, se respiran indiferencia y soledad. ā
El Tote dice que Meursault es condenado a muerte por un absurdo asesinato, pero que realmente es un grito en contra de la soledad del ser humano, una voz de alerta que debe conducirnos hacia la solidaridad y la fraternidad. Vivir de otro modo la vida.
Para apuntalar su dicho, les lee a sus amigos la parte final de la novela: āPor primera vez, desde hacĆa mucho tiempo, pensĆ© en mamĆ”. Me pareciĆ³ que comprendĆa por quĆ©, al final de su vida, habĆa tenido un ānovioā, por quĆ© habĆa jugado a comenzar otra vez. AllĆ”, allĆ” tambiĆ©n, en torno de ese asilo en el que las vidas se extinguĆan, la noche era como una tregua melancĆ³lica. Tan cerca de la muerte, mamĆ” debĆa sentirse ahĆ liberada y pronta para revivir todo. Nadie, nadie tenĆa derecho de llorar por ella. Y yo tambiĆ©n me sentĆa pronto a revivir todoā¦ En fin, comprendĆa que habĆa sido feliz y que lo era todavĆa. Para que todo sea consumado, para que me sienta menos solo, me queda esperar que el dĆa de mi ejecuciĆ³n haya muchos espectadores y que me reciban con gritos de odio.ā
El Tote hace una pausa y prosigue diciendo que El extranjero es una novela donde las sensaciones juegan un papel importante, destacĆ”ndose los efectos del sol en el mar y sobre la vida. Es una novela deslumbrante, sobre todo sĆ se considera que Meursault, sin motivo alguno, asesina a una persona, por lo cual es sometido a un juicio donde juegan un papel adverso e incomprensible su apatĆa y su falta de tristeza por su madre reciĆ©n fallecida. La sentencia es la pena de muerte.
Para reafirmar lo comentado, el Tote lee: āMe pareciĆ³ que el cielo se abrĆa en toda su extensiĆ³n para dejar que lloviera fuego. Todo mi ser se distendiĆ³ y crispĆ© la mano sobre el revolver. El gatillo cediĆ³, toquĆ© el vientre pulido de la culata y allĆ, con el ruido seco y ensordecedor, todo comenzĆ³. SacudĆ el sudor y el sol. ComprendĆ que habĆa destruido el equilibrio del dĆa, el silencio excepcional de una playa en la que habĆa sido feliz. Entonces, tirĆ© aĆŗn cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que las balas se hundĆan sin que se notara. Y era como cuatro breves golpes que daba en la puerta de la desgracia.ā
āĀ”Uffff, mejor lĆ©enos todo el libro, Tote!ā, dice HĆ©ctor Montiel.
El Tote rĆe. De otro largo sorbo, termina su cerveza. En lugar de poner la lata vacĆa en una bolsa que trajeron del āOxxoā, la coloca sobre el pavimento y la aplasta con su pie. Muestra la lata empequeƱecida y sentencia: āA veces, la vida nos aplasta, pero hasta esta lata la podemos hacer brillar.ā
āVaya forma de brillarā, dice HĆ©ctor y da un sorbo a su cerveza.
Bruno MarĆn no dice nada.
La mirada de HĆ©ctor Montiel
Me identifico con el personaje. Cierta vez, cuando yo vivĆa en la novela Botas rusas, donde un escritor me tuvo encarcelado, sentĆ esa misma sensaciĆ³n de indiferencia hacia mi entorno. HabĆa luchado tanto para obtener un sueƱo, unos mocasines italianos, que ya no me importaban. Estaba vacĆo sin mi novia Gabriela. Cuando venĆamos en aquella guagua llena de agujeros, bajo la lluvia, la realidad me pareciĆ³ absurda y sin sentido, como la vio Meursault en el sol hiriente de Argelia. Por eso tirĆ© la mochila de cafĆ© al rĆo HolguĆn, ya no tenĆa pasiĆ³n alguna por ganarme unos pesos y, sinceramente, esa tarde me daba lo mismo morir que seguir vivo en una sociedad que se me hizo ajena.
En aquellos dĆas de aventuras con Rony, yo no habĆa leĆdo El extranjero. Cuando lo leĆ, muchos aƱos despuĆ©s, calzado con botas mexicanas de pura piel, me di cuenta de que yo sentĆa lo mismo que Meursault: un rechazo pasivo hacia las costumbres y la incoherencia de las reglas morales que asesinan cotidianamente a las muchedumbres, una apatĆa hacia eso que llamamos historia y humanidad. Es una mierda todo, al fin y al cabo, y las personas la habitan con cadenas, con prejuicios, con odios, con guerras, con discriminaciones y todo ese peso acaba despeƱƔndose hasta que uno envĆa todo al carajo y luego bebe y canta.
La mirada de Bruno MarĆn
ĀæQuĆ© te puedo decir, che? La soledad es una cagada. Y creo que la novela habla en todo momento de esa soledad rancia que te carcome los huesos. Meursault estĆ” anestesiado. Tanto que ni siquiera puede ver todas las puertas y ventanas que se le abren. SĆ³lo se deja llevar por el viento del destino, por el influjo de los cuerpos que lo gravitan. Una vida asĆ no vale, para mĆ, muchachos, ser vivida. Todos nos sentimos extranjeros en algĆŗn momento, en partes o en toda la vida.
La obra la leĆ cuando estaba en TucumĆ”n y no me causĆ³ la misma impresiĆ³n al releerla en MĆ©xico, donde tuve que montar la guardia para poder defenderme de los Ć”rabes, de la soledad y la heladera vacĆa. Me pareciĆ³ leer otro libro. AsĆ es la vida, amigos, un viaje breve y tantas veces sin sentido. SĆ³lo sentimos que andamos, sĆ³lo sentimos el viento en la cara o las lĆ”grimas. Mejor terminemos la elodia, lo Ćŗnico que aquĆ no es absurdo y que funda para siempre nuestra amistad, en esta noche.
Ā”Salud por el Caribe!
Ā”Salud por el remolino irreverente que aquĆ nos ha traĆdo!
HĆ©ctor y el Tote, gritan al unĆsono:
Ā”Salud!
La noche se va distendiendo: las estrellas se van alejando.
La vida es poesĆa
Como todos tienen un mal sabor de boca, y no por la cerveza, cambian el rumbo de la plƔtica.
ā¦
HĆ©ctor Montiel dice que la vida es como la brisa marĆtima, fresca e impasible. Es inmensa y puede navegarse en el āBarco ebrioā. Acto seguido, menciona que ese poema siempre lo ha acompaƱado en la travesĆa de su vida y por eso se lo sabe de memoria.
Con la vista hacia el mar y la luna que lo refleja, declama ese gran poema de Arthur Rimbaud.
Acto seguido, se bebe una cerveza. La deja en el suelo, y, de un pisotĆ³n, la aplasta.
EstĆ” exhausto.
Bruno MarĆn se queda viendo a sus amigos. Bebe de un largo sorbo su cerveza. Deja la lata en el suelo y la aplasta de un pisotĆ³n.
Ahora hay tres latas empequeƱecidas.
āĀ”Caray, es el mismo mar, el sol que se refleja en sus olas!ā, dice Bruno MarĆn, mientras recoge la āneveraā y esas latas. De repente, se queda mirando a sus compinches, y los tres, en un acto reflejo, seƱalan hacia la luna y gritan: āĀ”VĆ”monos para allĆ”!ā
El color cobrizo de la luna es, ahora, de un rojo absorbente.
ā¦
ā¦
Estoy sentado en el malecĆ³n del ābuleā de Chetumal.
Estoy enfrente de un āOxxoā.
Veo una luna expresiva: Te atrae y te dibuja.
Abro mi āneveraā. SĆ³lo hay tres cervezas.
Tomo una y le doy un sorbo.
Empiezo a escribir
Ā”Caray, la luna es sensacional!
Notas
[i] Personaje de la memoria novelada o relatos de una serie, que incluye relatos, poemas y otras chingaderas, de la autorĆa de Jorge ManrĆquez Centeno, prĆ³ximo a editar. AdemĆ”s, Jorge ManrĆquez ha escrito diversas reseƱas que han sido publicadas en la revista āEtcĆ©teraā. Al respecto, checar los siguientes links:
ReseƱa Botas rusas
[ii] HĆ©ctor Montiel es el personaje principal de la novela Botas rusas, de la autorĆa de AgustĆn Labrada Aguilera, cuya trama se desarrolla en la ciudad de HolguĆn, Cuba. Libro ganador del IX Premio Internacional de Novela Corta FundaciĆ³n MonteLeĆ³n 2022, publicado en EspaƱa por Eolas Ediciones. En su sinopsis puede leerse: āEn la primavera de 1979, mientras el comandante Fidel Castro y el anciano lĆder comunista bĆŗlgaro TĆ³dor ZhĆvkov visitan la ciudad cubana de HolguĆn, dos adolescentes descubren una sustancia de comercio prohibido, que intentan vender. Si lo logran, Rony podrĆa construirle un baƱo decente a su desobligada abuela, y HĆ©ctor comprarse unos mocasines de contrabando y prescindir de sus espantosas botas rusas, con la esperanza de que en Ć©l se fije Ana, la rubia inaccesible de su escuela. En Botas rusas, cuyo tĆtulo alude alegĆ³ricamente a la presencia del imperio soviĆ©tico en la isla, ciertos giros en el cauce de sus aventuras revelarĆ”n una red de tramas familiares, estudiantiles y amorosas que signan la marginaciĆ³n y la violencia. Con el rock como banda sonora de trasfondo, asistiremos a confrontaciones con la policĆa y dogmas arcaicos, insĆ³litos peligros y descubrimiento del sexo, en la senda de los protagonistas hacia un sueƱo boicoteado por la oscura realidad.ā
Checar el siguiente link:
[iii] Bruno MarĆn es el personaje principal de la novela Magnificens CancĆŗn, de la autorĆa del escritor Luciano NĆŗƱez, editada por MA PorrĆŗa. Al respecto, en la sinopsis de la obra se dice: āMagnificens CancĆŗn es una novela que muestra el complejo mundo de los migrantes y los periodistas, en un entramado que abarca la polĆtica, el amor y el desarraigo. Bruno MarĆn es un reportero argentino que llega a CancĆŗn despuĆ©s de ser despedido y encuentra el Ć©xito en un periĆ³dico caribeƱo. Conoce a Cristina, con quien tiene un amor turbulento que lo adentra en una historia apasionante. Gracias a una red de colegas, logra exhibir la historia de un empresario pederasta que forma parte de un violento motĆn en Chetumal. El personaje descubrirĆ” asĆ el āCancĆŗn profundoā que late detrĆ”s de los millones de turistas que llegan cada aƱo, en un viaje final interior que lo cambiarĆ” para siempre.ā
Consultable en el siguiente enlace:
https://www.gandhi.com.mx/magnificens-cancun
[iv] Agradezco a los escritores AgustĆn Labrada y Luciano NĆŗƱez la autorizaciĆ³n para utilizar los nombres y darles vida a personajes de su autorĆa: HĆ©ctor Montiel y Bruno MarĆn, respectivamente, asĆ como las observaciones que realizaron al presente texto.