Jorge González Durán
Si en Quintana Roo hubiera un calendario de la tristeza el 31 de diciembre de 1970 debería figurar allí.
Hace 54 años, el último día de 1970, falleció en la ciudad de México don Javier Rojo Gómez, el Gobernador que puso los cimientos materiales, políticos y morales para la conversión del entonces Territorio de Quintana Roo en Estado Libre y Soberano. Recordar a don Javier es un deber de gratitud de todos los quintanarroenses, porque él llegó a esta entidad a dedicarle sus últimos lúcidos y fructíferos años. Y lo hizo con pasión, con la mirada siempre en el futuro y con plena confianza en la madurez y la aptitud de los habitantes de esta tierra para alcanzar el autogobierno.
El presidente Gustavo Díaz Ordaz designó a Don Javier Gobernador del Territorio Federal de Quintana Roo en mayo de 1967. Llegó a Chetumal con esa calidad el 2 de junio de ese año, expresando su voluntad de ser el último mandatario enviado desde el Centro, porque “el próximo deberá ser el primero del Estado que elijan los quintanarroenses”, según le declaró a Francisco Bautista Pérez.
Al tomar posesión de la Presidencia de la República el 1 de diciembre de 1970, Luis Echeverría ratificó a Rojo Gómez como Gobernador del Territorio, ante la satisfacción de todos los habitantes de esta tierra. Pero el ilustre político que alguna vez estuvo en la antesala de la Presidencia de la República, que había sido Gobernador de Hidalgo, su estado natal, Regente de la Ciudad de México, Embajador en Japón y dirigente nacional de la Confederación Nacional Campesina, ya estaba enfermo.
Sin embargo, tuvo ánimos para continuar con su responsabilidad al frente del gobierno de Quintana Roo, así como de exponer un ambicioso programa para el desarrollo integral del Territorio, cuya prioridad eran las obras de infraestructura y el apoyo a las actividades productivas. Don Javier fue un hombre clave para la fundación de Cancún. Recorrió este litoral y convenció a Echeverría de que esta isleta frente a isla mujeres reunía las condiciones para ser el detonador del turismo en el Caribe mexicano.
Este hombre que gobernó Quintana Roo sin cobrar un solo centavo de su sueldo; este hombre que vino a servir a los quintanarroenses de manera desinteresada: este hombre que después de una larga carrera en el servicio público aceptó ser Gobernador del Territorio para darle una nueva proyección a este jirón de la patria, es una figura fundamental en la historia moderna de nuestro Estado. Recordar su memoria es un acto de gratitud. Los pueblos con memoria tienen un destino cierto. Recordemos sus palabras: “Quintana Roo tiene derecho y obligación de figurar entre los más destacados y más prósperos lugares del país, y creo que esto fácilmente se puede conseguir si logramos que se entusiasme, que tenga fe ese pueblo en sus más altos destinos”.
Se preocupó por preparar e impulsar a una generación de políticos quintanarroenses con vistas al futuro.
En Cancún uno de los principales mercados lleva su nombre, – aunque es más conocido cono mercado 23- y una asociación de charros. Don Javier fue un político –hoy tan escasos- que hizo de la congruencia y de la vocación de servicio una razón de ser.
No debemos olvidar a don Javier. Un hombre esencial en nuestra historia…