Se supone que uno de los estandartes de Morena es la retadora frase: “no somos iguales”. De esta manera, marca una diferencia con los históricos excesos del PRI o del PRIAN.
Sin embargo, parece que algunos militantes de Morena, en lugar de ser diferentes al pasado priista y prianista, han terminado por mimetizarse con aquello de lo que dicen ser distintos.
El exdiputado Julio Montenegro protagonizó, en días pasados, un episodio bochornoso. Tuvo un ataque de influyentismo y comenzó a lanzar regaños, palabrotas y amenazas al staff de un gimnasio. El morenista estalló de manera iracunda luego de ser reconvenido por no usar una toalla para el sudor, como lo exige el reglamento del establecimiento. Entonces, se puso “delicado”.
En su delirio, Montenegro recalcó que era diputado de Morena, aunque eso es solo parcialmente cierto: es “ex” y llegó a la anterior legislatura como suplente de Alberto Batún, cuando el cofundador morenista se fue como diputado federal.
Lo que sí es cierto es que pertenece a Morena y, de paso, padece del síndrome del “no-sabes-quién-soy-yo”.
Por cierto, cuando llegó al “curul” de Punta Estrella, el joven cancunense saltó a la fama con su propuesta de inscribir con letras doradas el nombre de la Gobernadora en la pared de honor del recinto legislativo. Es decir, quiso tomar un atajo en su carrera política a través de la zalamería.
El episodio protagonizado por Julio Montenegro este fin de semana no es, para nada, una simple anécdota ni se puede tratar como un “hecho aislado”.
Si Morena-QR se respeta, el imberbe militante debería ser sancionado con base en los estatutos del partido, que son muy claros para quienes se sienten demasiado influyentes.
Hasta ahora, la presidenta estatal de Morena, Johana Acosta, y el dirigente de facto, Jorge Sanén, no han dicho nada. Han optado por la del avestruz.
En Morena-QR recurren otra vez a aquella vieja práctica del PRI: hacer como que las cosas no pasan y esperar a que se olviden. Ser como las buenas familias.
Habrá que ver si en Morena todos son iguales o si, como en el PRI, hay unos más iguales que otros.