Hugo Martoccia
Los últimos días fueron pródigos en señales políticas hacia la sucesión gubernamental del 2027. Todas tienen el denominador común de que apuntan a la figura de Eugenio “Gino” Segura. El senador de Morena acompañó a Mara Lezama a una visita con el secretario de Educación federal, Mario Delgado. Y días después inauguró su casa de la Transformación de Cancún rodeado por las las alcaldesas de Benito Juárez, Puerto Morelos e Isla Mujeres, y hasta por el “petista” Nivardo Mena.
Las señales son claras, pero detrás de semejante apoyo y despliegue de imágenes comienza a surgir la idea de que más que mostrar a Gino como el sucesor (algo que localmente ya no se discute) el objetivo es más bien “blindar” ese camino de posibles contratiempos, sobre todo los que pudieran venir de Palacio Nacional, o de más allá, por la resurrección de aquél viejo principio priísta que dice que “gobernador no pone gobernador”.
Si no es así ¿por qué Gino es el único legislador o político local (además de la inevitable Elda Xix) en una reunión de alto nivel con Mario Delgado, en un tema que no le compete? ¿Por qué de repente todas las alcaldesas destacan como un hecho central de su atareada agenda la inauguración de un local de impreciso uso institucional? La respuesta siempre es la misma: hay que mostrar un apoyo incondicional a Gino.
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Las imágenes ya no son sorpresivas, pero sí las formas. Hasta hace no mucho Mara era una política absolutamente cuidadosa de las formas y los mensajes. A veces, en temas como Aguakan, seguridad o cualquier otro que pueda generar polémica, ha sido cuidadosa casi hasta la prescindencia. Con el caso de Gino no es así.
La gobernadora no repara en gestos para que quede claro que en la sucesión no hay discusiones ni puntos de vista: el candidato es Gino y punto. El senador tiene agenda local, en donde está arropado por todos, pero también agenda nacional con la gobernadora, que ya lo pasea como su sucesor.
Pero la sobreactuación de gestos, y lo adelantando del proyecto, empiezan a llamar la atención. Si está todo decidido y nadie se ha opuesto ¿para qué tanto alboroto?
Si Mara quiere que Gino sea su sucesor, nadie en la política local se va a oponer abiertamente porque no tendría la fuerza para hacerlo. Entonces la razón de esta sobreactuación debe venir de otro lado. Lo que parece es que el objetivo de fondo de toda esta movida no es local, sino federal: la idea es que nadie desde Palacio Nacional o Morena se pueda oponer al proyecto “Gino gobernador” en 2027, simplemente porque no habrá otro proyecto.
SIN CORCHOLATAS ¿GOBERNADORA PONE GOBERNADOR?
Algunas semanas atrás se dijo en este mismo espacio que Mara no va a hacer el juego de las corcholatas que hizo Andrés Manuel López Obrador, cuando mandó a todos sus candidatos a pelear su sucesión. Si bien era evidente su inclinación por Claudia Sheinbaum, dejó que todos caminaran las calles y mantuvo a su partido en el centro de la discusión política durante tres años.
También se dijo que Mara no necesita hacer eso porque no tiene nadie en frente; no hay oposición ni (hasta hoy) alguna disidencia interna de la 4T que la pueda poner en aprietos. Entonces, lo que generalmente se aceptaba como respuesta es que Mara no tiene necesidad de hacer esa jugada de AMLO, porque en el estado el piso está parejo.
Pero ante la continuidad de los casi empalagosos gestos de apoyo a Gino, comienza a surgir la versión de que Mara no jugará la carta de las corcholatas, no porque no haya necesidad de jugarla, sino más bien por todo lo contrario: es porque hay una necesidad absoluta de que en estos dos años que faltan para que se decida la sucesión (un año antes de la elección, aproximadamente) no aparezca ninguna otra candidatura viable.
Por eso los gestos a favor de Gino incluyen imágenes que no parecen del todo lógicas en un ámbito político naturalmente competitivo. En los eventos del senador deben obligatoriamente estar sus posibles “rivales” (las comillas son más que necesarias) como Ana Paty Peralta, Estefanía Mercado o Diego Castañón, dándole su apoyo simbólico, e incluso explícito.
También internamente las señales se mueven para el mismo lado. Estefanía ya le ha dicho a su equipo que para el 27 sólo piensen en la reelección, nada más; y Ana Paty ha dicho, cuando ve que algunos de los suyos se aceleran de más: “Somos un mismo equipo”.
Las palabras que no se dicen en voz alta son también importantes. Sería algo así: “Si por alguna razón Gino no es el candidato; aquí estaré esperando mi oportunidad. Pero mientras tanto no me voy a oponer de ninguna manera a esa decisión de la gobernadora”.
Hay que recordar las palabras que Mara les dijo a un grupo de alcaldesas allá por noviembre de 2023, cuando les garantizó la reelección y el nombre de Gino empezaba a sonar con más fuerza: “No crean que por reelegirse pueden ser gobernadoras”, dijo Mara, y les aseguró que ella manejaría la sucesión con mano firme y sin consultar con nadie. Está cumpliendo.
Con ese escenario, Mara podrá llegar a fines de 2026, cuando la sucesión se decida, a la cúpula de MORENA y Palacio Nacional con un sólo curriculum en su carpeta. Y con un sinfín de fotografías y gestos que demuestren que todas y todos, sin fisuras, apoyan a su candidato.
LITURGIA
Si se observa bien lo que pasó en el proceso electoral que culminó el pasado 2 de junio, hay razones muy sólidas para que la gobernadora tome esos recaudos. En las 9 elecciones para gobernador que hubo con la presidencial, ningún gobernador de MORENA impuso a su sucesor. Ni siquiera Claudia Sheinbaum, que quiso imponer a Omar García Harfuch, y AMLO le impuso a Clara Brugada, como una fuerte señal de poder hacia los “puros”.
AMLO rescató para MORENA la máxima priísta de que “gobernador no pone gobernador”, que fue una de las piedras angulares de la construcción del antiguo régimen. No parecería nada lógico que Claudia renuncie a semejante atributo presidencial. Y mucho más si se piensa que en 2027, a mitad de su mandato, ella comenzará a construir su propia sucesión, que deberá incluir a sus propios gobernadores.
Para Mara, la única forma de esquivar una imposición de Palacio que desarticule todo su proyecto sería presentar a Gino como la carta que garantiza todos los acuerdos y que tiene la firma de respaldo de todos los actores y sectores involucrados.
O sea, emulando la construcción de su propia candidatura a gobernadora, cuando todos los poderes institucionales y fácticos la asumieron como la candidata propia o inevitable.
MORENA Y LA DESCOMPOSICIÓN.
¿Qué podría poner en peligro esa sucesión tranquila? Primero, lo obvio: que Palacio Nacional quiera otro candidato. Segundo, que esta nueva dirigencia nacional de MORENA, más “pura” e ideológica, imponga sus criterios. Quizá no le alcance para bajar a Gino, por ejemplo, pero sí para desmantelar toda la estructura verde en los municipios. Es decir, mantener los acuerdos nacionales con Jorge Emilio González Martínez, pero sin entregarle todo el estado. Andy López Beltrán ya ha dicho algo sobre eso.
Y una tercera opción, quizá la peor de todas, es que MORENA se empiece a descomponer y que se pierdan las referencias básicas. Y hay señales muy preocupantes en ese sentido.
Por ejemplo, lo que pasó esta semana en el Senado en la votación por la presidencia de la CNDH, cuando la mano de AMLO se apareció con todo su peso para imponer una candidata. O lo que pasa en Tabasco, donde el gobernador actual, Javier May, dijo que uno de los hombres de Adán Augusto López en el pasado sexenio manejaba una facción del crimen organizado. Y como cereza del pastel el viaje en helicóptero de Ricardo Monreal, que ante las críticas, primero simplemente las ninguneó, y luego, cuando debió disculparse a raíz de un pedido público de la Presidenta, accedido a “intentar que no se vuelva a repetir”, y habló de “fuego amigo” detrás del tema.
Ante la sucesión de hechos ese tipo (y otros no menores que se vienen acumulando) una frase cruzó todo MORENA en los últimos días: “Esto al viejo no se lo hacían”, dicen, en referencia al control férreo que AMLO ejercía (¿ejerce?) sobre el partido y el movimiento.
Algunos ven que esos grupos internos de la 4T van a empezar a hacer crujir la estructura interna una vez que pasen las reformas constitucionales, y sobre esa confusión, todo puede ponerse en duda. Incluso, o especialmente, las sucesiones estatales.
¿Será tan así? Difícil saberlo. Es una verdad absoluta que México es un país presidencialista, y la Presidenta es Claudia. Pero también es verdad que habría que escarbar muy hondo en la historia para encontrar cuantas veces un movimiento social de la magnitud del lopezobradorismo tuvo a su dueño vivo y activo. Y la referencia tiene que ser sobre un movimiento personalista y no colectivo, como el PRI, porque eso es otra cosa.
El tema es muy amplio y genera muchas opiniones diversas. Sólo el futuro inescrutable tiene la respuesta inequívoca. Pero ante todas esas posibles realidades futuras, Mara quiere y necesita que la única certeza inamovible sea la de que existe un sólo nombre para su sucesión. Y para eso trabaja todos los días y no quiere dejar ningún cabo suelto.