Francisco J. Rosado May
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Las elecciones de Estados Unidos, el pasado 5 de noviembre, captaron la atención mundial. Ya sabemos que ganó Trump, sabemos que no pintan bien las cosas para el medio ambiente. Trump ha amenazado con sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París y parece ser que es una de las personas que no creen que hay cambio climático. Adicional y particularmente en México, ya sabemos también que pasó en la SCJN con respecto a la revisión de la reforma al Poder Judicial.
Lo anterior distrajo la atención fuertemente de las discusiones que se estaban dando en Cali, Colombia, en la Conferencia de las Partes (COP) núm. 16, en relación con la conservación de la biodiversidad en el planeta. Antes de seguir sobre COP16 de Cali, es importante saber que la COP es el órgano supremo de toma de decisiones de cada una de las convenciones que ha propiciado la ONU. Este año ya pasó la COP 16, con respecto a la Convención sobre Biodiversidad; viene la COP 29 con respecto al Cambio Climático que se llevará a cabo este mes en BAKU, Azerbayán; en diciembre se llevará a cabo la COP 16 de la Convención de Lucha contra la Desertificación en Riad, Arabia Saudita.
En otras palabras, si bien hay políticos que no creen en los retos globales, la mayoría de la población mundial no solo lo está sufriendo y luchando para adaptarse, sino que están construyendo andamiajes legales y económicos para superarlos.
En los tres tipos de COP la biodiversidad y los sistemas alimentarios son factores transversales. Dentro de ellos se ha arraigado la filosofía de encontrar soluciones no solo con la participación social sino con la participación y confluencia de saberes. Esto implica el reconocimiento a las diferentes formas de creación de conocimiento. Cada cultura ha desarrollado sus propias formas, algunas convergen y otras son diferentes. En este contexto sobresale la cultura Indígena y sus saberes milenarios, por lo que su participación en los procesos de remediación, adaptación y transformación de sistemas rotos a sostenibles es altamente deseable.
Pero no será fácil. La historia está llena de casos de abusos, extorsiones, simulaciones, que explican el posicionamiento de varios grupos indígenas en el planeta, en el sentido de proteger y no compartir sus saberes y logros. El artículo de Ravindran en la revista Science, vol 386 número 6720 explica claramente no solo la situación, sino que ofrece reflexiones que son importantes de entender y atender. El título del trabajo pudo ser “Los saberes Indígenas no son libres de acceso para cualquiera”. Debe haber principios que se respeten y se conviertan en política pública, no solo para proteger los saberes de predatores sino para fomentar las formas de aprendizaje y creación de conocimiento que explican esos saberes. Tiene que ser integral, lo uno sin lo otro no tiene sentido; las autoridades gubernamentales lo deben entender con toda claridad. Esto es especialmente importante ahora que la tecnología digital y de comunicación ha tenido grandes avances y aplicaciones para conocer la naturaleza y acceder a conocimientos provenientes de diferentes culturas.
Punto y aparte. El 8 de noviembre La Jornada publicó un artículo de Alegría que señala que ya hay un resultado preliminar con respecto al panel de controversia entre Estados Unidos y México con respecto a la importación de maíz transgénico. Si bien México está dando seguimiento, otros medios señalan que es muy probable que México pierda la controversia. ¿Estamos preparados?
Es cuanto.